Un breve recorrido por la historia del ferrocarril en México
Como uno de los elementos centrales del proyecto nacional del México moderno, el ferrocarril irrumpió en los caminos y en las vidas de las personas. A partir de la inauguración de las primeras vías férreas en 1873, año en que se dio la primera concesión a un capital extranjero para la construcción de la línea que conectó la Ciudad de México y el puerto de Veracruz, la actividad ferrocarrilera adquirió especial importancia dada la centralidad material y simbólica que implicó para los poblados, ciudades y paisajes por los que surcaba en un estruendo de velocidad y modernidad. En la misma medida que el ferrocarril representaba progreso y prestigio para nuestro país, las estaciones y talleres se constituían también como importantes espacios de sociabilidad y de flujos, no sólo de mercancías y productos, sino también de personas, noticias, novedades, entretenimiento.
Una historia breve sobre el ferrocarril en México nos deja entrever cómo durante el Porfiriato creció el tendido de vías a gran escala, lo cual estaba directamente relacionado con el desarrollo de un capitalismo incipiente en el territorio nacional y de las acciones “modernizadoras” que caracterizaron al régimen de finales del siglo XIX y principios del XX. A su vez, la introducción del ferrocarril en México tuvo implicaciones en los inicios de la industrialización y en el surgimiento de la clase obrera, con sus formas de vida, sus organizaciones laborales, sus luchas, sus triunfos y sus derrotas.
El ferrocarril siguió siendo un protagonista de la historia cuando la Revolución de 1910 se peleó sobre rieles. Durante los conflictos ocasionados por la Revolución el control de las vías férreas por parte de las fuerzas antigubernamentales resultaba crucial para el desarrollo del movimiento armado. Los trenes fueron saqueados y tomados, las vías fueron intervenidas en una apropiación material y simbólica que revela mucho de la importancia de este medio de transporte. Finalmente en 1922, con la conclusión del movimiento revolucionario, el gobierno federal obtuvo de nuevo el control del sistema ferroviario y se restituyó su servicio normal, es decir que se le recuperó como símbolo del nacionalismo y del progreso mexicanos. Para 1925, el presidente de la República Mexicana Plutarco Elías Calles, cedió a la empresa Ferrocarriles Nacionales de México el control de las líneas y el 49de las acciones. Con esto, la empresa se consolidó como un organismo paraestatal que concentraba a todas las líneas férreas ya nacionalizadas.Acercándonos a la época actual, esta historia se adentra en la década de 1970, en la cual se entregaba a Ferrocarriles Nacionales de México los últimos dos trayectos de vía en manos del capital privado, con lo que se culminaba la nacionalización de las líneas férreas, un proceso que había iniciado cien años atrás.
Un recorrido pausado sobre el proyecto ferroviario en México, ilustrará un complejo entramado de paisajes que nos conduce al estado actual de estaciones, vías y talleres, la gran mayoría en desuso y algunas otras en un proceso de rehabilitación como parte del patrimonio ferrocarrilero. Así, veremos que hacia la segunda mitad del siglo XX, el ferrocarril fue perdiendo centralidad como generador de actividad económica y como medio de transporte en un complejo proceso de cambios en el panorama político y económico de nuestro país. De la misma manera, el ferrocarril dejó de ser un emblema de modernidad y desarrollo. Al final de la década de 1990 los ferrocarriles mexicanos fueron privatizados y el servicio de transporte de pasajeros dejó de existir, a excepción de un par de recorridos turísticos. Sin embargo, ya desde entonces se había puesto en marcha el Programa Nacional de Rescate del Patrimonio Histórico, Cultural y Artístico de los Ferrocarriles Nacionales de México, el cual ha censado, catalogado y organizado el rescate de un número considerable de edificaciones y piezas del ahora llamado acervo ferroviario.
De esta manera, presenciamos que el ferrocarril y sus espacios, su tiempo y sus personas hicieron historia. En la actualidad acudimos a la transformación del espacio, el tiempo y la sociedad ferrocarrileros en formas de patrimonio y en evocaciones del pasado. Sin embargo, el patrimonio ferroviario en distintas localidades también es apropiado y significado en el presente para dar cabida a nuevos usos, coherentes con las percepciones, experiencias y necesidades de la sociedad contemporánea. Si bien los espacios ferrocarrileros ya no cumplen las mismas funciones que hace 100 años, es posible advertir que todavía se constituyen –unos más que otros- como lugares de significación, con potencialidades de aprovechamiento y como testimonios de una época.